Ya es suficiente.
Me da demasiada cólera este asunto cada vez que ando enfermo.
No la enfermedad en sí, sino el inconcluyente proceso de tener uno que probar que de verdad está lo
suficientemente enfermo como para no poder trabajar.
Resulta que yo me enfermo muy a menudo, pero igual voy a
trabajar (las razones las pueden encontrar más adelante). De hecho, lo que yo
digo es que siempre estoy enfermo, solo que a veces no se nota porque estamos
acostumbrados. Pero en este caso, como en otros anteriormente, de verdad estoy
lo suficientemente mal como para no poder ir a trabajar. Y aún si pudiera ir, ya
estando ahí no podría trabajar, como fue evidente desde el miércoles pasado. Me
mandaron para la casa...
Ahí comenzó todo. Ese día estaba brindando un casi excelente
servicio al cliente por teléfono para una compañía gringa. Casi. Podría haber sido
excelente, pero tenía una tos increíblemente majadera, y un dolor muscular que
no me permitía concentrarme como quisiera. La médico de la empresa me dijo que
me estaba entrando un cuadro infeccioso,
que eso dura de diez a 15 días en salir, y que sale solito. Me mandó con una
boleta de reposo, y con la instrucción de que si seguía mal fuera al día
siguiente a la clínica o al ebais (e.d.
centro de salud comunal). Yo me pregunto, ya que es un cuadro infeccioso, que
dura de diez a 15 días en salir y que ese era el primer día de los síntomas, ¿no
era obvio que al día siguiente iba a seguir mal, e incluso peor? Y ya que fue
suficiente razón para no seguir trabajando ese día, ¿no era obvio que al
siguiente tampoco iba a poder?
Bien, resulta que al día siguiente su servidor fue de
majadero a trabajar, a brindar un deplorable servicio al cliente y a subir negativamente
sus tiempos por llamada. Todo esto por que sabía el dolor que le esperaba si
intentaba justificar su ausencia al trabajo por medio del así llamado sistema
de “Seguro Social”, supuesto orgullo
de su país. Pero el excesivo aire acondicionado de la empresa (gringa como ella
sola) hizo juego y loco con la incesante tos logrando que, ahora sí, el viernes
le fuera imposible a este trabajador ir a trabajar.
Viernes. Me veo obligado a acudir a tal sistema de “Seguro Social” en busca de una cura y
una justificación por la ausencia. El ebais
es una pega, y es un párrafo aparte.
Por lo que fui a una Clínica, a la que no me toca ir.
Sí. El ebais de San Sebastián
es una pega. No sirve. De las personas que puedan estar necesitando atención
médica y que les corresponda este centro, solamente se atiende como el 10%.
Cualquiera que haga la prueba se va a encontrar con lo mismo que yo: Vaya a
sacar cita y le dicen que ya no hay, que pida una por teléfono. Llame por
teléfono y le dicen que las citas por teléfono son para el día siguiente, y que
por cierto ya no hay. Le aconsejan que madrugue para hacer fila antes que abra
el centro a las siete de la mañana. Usted llega antes de las siete y ya se
repartieron las fichas para sacar cita. Seringa. Usted sigue yendo cada vez más temprano, y se encuentra que hay que
ir a las cinco de la mañana o antes para agarrar una de esas fichas ¡Qué
inventos!
Entonces, viernes. Fui a la Clínica a la que no me toca ir,
y por lo tanto no puedo sacar cita ahí. Voy por “Urgencias”. Me atienden, me dicen
lo mismo que la médico de la empresa, me mandan un jarabe, unas pastillas, una inyección
y un papelillo de constancia, para justificar. Me dicen lo mismo, cuadro infeccioso, de diez a 15 días. Y nada de lo que me recetaron es más que para
calmar síntomas. Se cura solo.
Lunes. Sigo mal. Muy mal. Ahora el problema está en la
garganta, y pues que con eso trabajo yo. Vuelvo a la clínica y me regañan por
seguir yendo a donde no me toca. Me dicen lo mismo, me mandan lo mismo, me
inyectan lo mismo. Esta vez el doctor me dio la incapacidad por ese día, por
haber faltado al trabajo. Pero sólo por ese día. Repito, ¿no era obvio que al
día siguiente tampoco iba a poder trabajar con la garganta así? Y
efectivamente, el martes estuve peor.
Martes, vuelve el majadero a la clínica, porque no puede
trabajar así. Y por harto que esté de la misma retahíla todos los días, pues
tiene que justificar de una u otra forma. El médico me dice que no se puede dar
incapacidad por lo mismo dos veces en “urgencias”. Pero no puedo sacar cita ahí... Y nunca se puede en en el ebais... (¿Ya va tomando forma la frustración?) Y de nuevo lo mismo: regaño, pastillas, jarabe, inyección, papelito... Esta vez ni pasé por los medicamentos, ni la
inyección. Entonces estoy obligado a pulsearla en el ebaisucho ese.
Miércoles. Mi papá fue a quién sabe qué horas de la
madrugada, cuando salió a trabajar, y logró conseguirme una cita. Es mi héroe.
Me levanto con la peor de las infecciones en la garganta, ya
llegando a bronquitis. Voy al ebais,
con la ilusión y esperanza de que
finalmente me den una incapacidad de algunos días para ver si puedo curarme en
paz...
¡Adivinen! Pastillas, jarabe, inyección, papelito. Sin regaño
esta vez. Le hablé a la “doctora” y le conté toda la historia, y el por qué
necesito una incapacidad. Prácticamente le dije lo que está aquí escrito. “Es
que eso no califica para una incapacidad”, así de fácil.
Pues sí, ella es médico y yo no. Pero... ¡Quién dice! ¡A quién de ellos le rebajan el sueldo por dar
una cochina incapacidad a un trabajador que no puede trabajar por razones de
salud! Para eso existen, ¿cierto? Para eso tiene uno una orden patronal. Para
eso me rebajan 40000 colones al mes del sueldo. Para eso les pagan a ellos.
Y aquí estoy, harto. Frustrado. Escribiendo para nadie una
queja larguísima que no va a lograr ni cambiar nada en ese sistema idiota que
no sirve más que para pastillas, jarabes, inyecciones y papelitos. Y nada de
eso cura.